25.2.07

El llamado del Señor

Por San Alberto Hurtado, S.J.

* Lo que sigue sólo se dirige a los hombres de corazón grande, a los magnánimos, a los que son capaces de entusiasmarse por un ideal que va más allá de lo estrictamente obligatorio, a los chiflados por Cristo... Los que no lo estén, o no tengan siquiera el ideal de estarlo, mejor es que se bajen del buque, porque no van a ser sino un peso muerto; lo que se va a decir no tendrá sentido para ellos...

* Esto es lo esencial del llamamiento de Cristo. ¿Quisieras consagrarme tu vida? ¡No es problema de pecado! ¡Es problema de consagración! ¿A qué? A la santidad personal y al apostolado. Santidad personal que ha de ir calcada por la santidad de Cristo. No hay dos almas iguales, ni menos dos santos, pero sí las leyes fundamentales son las mismas.

* Señor si en nuestro atribulado siglo XX una generación comprendiese su misión y quisiera dar testimonio del Cristo en que cree, no sólo con gritos que nada significan de Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera... ¿Dónde?, sino en la ofrenda humilde, silenciosa de sus vidas, para hacerlo reinar por los caminos en que Cristo quiere reinar: en su pobreza, mansedumbre, humillación, en sus dolores, en su oración, ¡en su caridad humilde y abnegada!

* Cristo no me quiere engañar, me precisa la empresa. Es difícil, bien difícil. Hay que luchar contra las pasiones propias, que apetecen lo contrario de su programa ¡No estarán muertas de una vez para siempre, sino que habrán de ir muriendo cada día!

* Pero ¡no te engañes! Si vienes conmigo has de trabajar conmigo, sacrificarte, renunciar a gustos y pasatiempos... lo superfluo de una vida social, de lecturas inútiles y frívolas, has de formarte, estudiar aunque esto sea penoso; has de orar aunque estés seco y desolado; has de ir al pobre, al mendigo, al niño, aunque sean rudos y torpes; has de ir a los ricos, aunque te rechacen y murmuren de ti; has de pedir dinero, colaboración, sacrificios, la vida misma de todos ellos.

* No se trata de una voluntad de esas generales, a bulto, sino una resolución: que quiero y elijo y es mi determinación deliberada. ¿Señor, qué quieres que haga?”

* Aquí está la clave. Crecer en Cristo...viviendo la vida de Cristo, imitando a Cristo, siendo como Cristo... Pero esta identificación ¿qué significa? No ciertamente una fría repetición de lo que hizo....tampoco es un estado sentimental o efectivo que depende tan poco de nuestra voluntad. Esta imitación de Cristo viene a consistir en vivir la vida de Cristo.... que mi actuación sea la de Cristo, no la que tuvo, sino la que tendría si estuviese en mi lugar. Ante cada problema, ante los grandes de la tierra, ante los problemas políticos, ante los pobres.... ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

* Mi idea central es ser otro Cristo, obrar como él, dar a cada problema su resolución.

* ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Ante cada problema, ante los grandes de la tierra ante los problemas políticos de nuestro tiempo, ante los pobres, ante sus dolores y miserias, ante la defección de colaboradores, ante la escasez de operarios, ante la insuficiencia de nuestras obras. ¿Qué haría Cristo si estuviese en mi lugar? Si en estas circunstancias de ahora Cristo se hubiese encarnado y tuviese que resolver este problema, ¿cómo lo resolvería? ¿Obraría con fuerza o con dulzura? ¿Empuñaría el látigo con que arrojó a los vendedores del templo, o las palabras de perdón del padre del pródigo, las tiernas palabras de perdón que dirigió a Magdalena, a Pedro; las de paciencia que repitió tantas veces ante sus rudos apóstoles...? Y lo que yo entiendo que Cristo haría, eso hacer yo en el momento presente. Aquí está toda la perfección cristiana; imitar a Cristo en su divinidad por la gracia santificante, y en su obrar humano haciendo en cada caso lo que él haría en mi lugar.

* Todo esto será letra muerta, todo esto será un bello ideal, un ensueño más, si no comenzamos por instaurar en nosotros mismos esa revolución social que proyectamos. La gran revolución no será posible sino cuando hayamos efectuado cada uno de nosotros mismos la pequeña revolución, la revolución de nuestra vida orientándola totalmente hacia Cristo. No nos engañemos en esto, porque el engaño sería el más grave de los engaños. Queremos incendiar; tenemos antes que nada incendiarnos nosotros mismos; queremos iluminar, tenemos antes que nada que ser luz; queremos dar sentido cristiano a la vida y cómo lo daremos si no lo tenemos nosotros mismos. El mundo está cansado de discursos, quiere hechos, quiere obras, quiere ver a los cristianos que encarnan como Cristo la verdad en sus vidas, quiere que podamos decirles cada uno de nosotros, aprendan de mí... ejemplo les he dado .

* ... que mi vida cristiana esté llena de celo apostólico, del deseo de ayudar a los demás, de dar más alegría, de hacer más feliz este mundo. No sólo “nota” apostólica: consagración entera en mi espíritu y en las obras... una vida sin compartimentos, sin jubilación, sin jornadas de 8 ó 12 horas. Toda la vida entera y siempre para vivir la vida de Cristo. Al avanzar en años disminuye el ritmo vital, el idealismo primero es menos intenso, pero por la fe no disminuirá en nada la consagración de mi vida a Cristo.

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