9.4.07

La mision del Apostol

Por San Alberto Hurtado.
Nota: Extracto de un texto más largo, disponible en archivo “Documentos del Padre Hurtado” Documento: s56y17.
La misión del Apóstol
La buena nueva, el Evangelio, que trajo Cristo al mundo es la reconciliación de las personas con su Padre. Esta buena nueva predicada y aplicada es el apostolado.

La inmensa responsabilidad de los cristianos, tan poco meditada y sin embargo tan formidable. El cristianismo se resume en la ley del amor, a Dios y al prójimo, lo demás es accesorio o está contenido en estos dos preceptos, y sin embargo estos preceptos fundamentales son los más fácilmente olvidados. Del cristiano depende la vida de innumerables almas, de su predicación y sobre todo de su vida. Lo que él sea eso serán aquellos que el Señor ha confiado a sus cuidados. Los apóstoles pueden decir como nadie: nosotros somos el tiempo; lo que seamos nosotros eso será la cristiandad de nuestra época.

Junto al apóstol brotan las obras de bien. Las lágrimas se enjugan y se consuelan tantos dolores. ¡Qué vida aun humanamente considerada puede ser más bella que la vida del apóstol! ¡Qué consuelos tan hondos y puros como los que él experimenta!

Las proyecciones del apostolado son inmensamente mayores si consideramos su perspectiva de eternidad. Las almas que se agitan y claman en las plazas y calles tienen un destino eterno; son trenes sin frenos disparados hacia la eternidad. “La caridad de Cristo nos urge” decía San Pablo. Si queremos, pues, que el amor de Jesús no permanezca estéril, no vivamos para nosotros mismos, sino para Él. Así cumpliremos el deseo fundamental del Corazón de Cristo, obedeceremos al mandamiento de su amor.

No vivamos para nosotros mismos, sino para Él. En esto consiste la abnegación radical tan predicada por San Ignacio cuando decía: Que cada uno se persuada que hará tanto progreso en la vida espiritual cuanto aumente la abnegación de su espíritu por la obediencia, de su amor propio por la caridad, la abnegación de su interés personal por el desinterés cristiano. El que vive ya no viva, pues, para sí; esto es hagamos nuestros en toda la medida de lo posible mediante la pureza de corazón, la oración y el trabajo, los sentimientos de Jesús: su paciencia, su celo, su amor, su interés por las almas. “Vivo yo, ya no yo; vive Cristo en mi”. Así cumpliremos el deseo fundamental del Corazón de Cristo: Venga a nos el tu Reino...

Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, oh Padre, y al que enviaste, Jesucristo... Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. ¡A dar esa vida, a hacer conocer a Cristo, a acelerar la hora de su Reino está llamado el apóstol!
- Estos Escritos Espirituales de Alberto Hurtado puede solicitarlos al sacerdote jesuita Eugenio Valenzuela, escribiéndole a su correo electrónico kenoj@gmail.com.

No hay comentarios.:

Indice de Escritos Publicados